Aunque usted no lo crea, he estado en un par de fiestas, sin creerme una criatura nocturna, un dandy de carisma arrollador. No es indispensable, para mi, pertenecer al grupo: siempre he sido torpe para contar chistes, y aparte creo que tengo algún defecto linguistico que hace que arrastre las palabras, y que nadie me entienda, y sin embargo, yo me caigo de lo más chido. Lo indispensable es una botella de cerveza y un cigarrillo en la mano derecha, y el sentido del ritmo para poder bailar. Ya tampoco importan los muchachillos de piel blanca y cabello oscuro y aparatos dentales, tan apuestos y engañosamente ingenuos, que en algún momento me miran insinuándome algo, y la verdad yo no sé por qué, tal vez sea cierto que el alcohol altera las percepciónes. En realidad, ya no importa nada.
Aunque usted no lo crea, he comenzado a leer libros más ligeros. Aquellos que son leídos por la gente culta, ya me parecen más herméticos que un manuscrito de alquimia. Hay que aprender a descansar, a burlarse, a cantar, a comprar cuentos para niños y a escribir nuestros sueños, como aquél en el que habia gravedad cero en toda la tierra, y yo podía volar, y volé, con un ramo de globos atado a una mano, y mi sobrino de 5 años me seguía.
Aunque usted no lo crea, me está gustando ser yo. Me está gustando caminar por la ciudad. Me está gustando ser el idiota que siempre he sido. Y al carajo!
Bienvenidos sean, a éstas, mis profundísimas reflexiónes.
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