lunes, 8 de febrero de 2010

NO CORRO, NO GRITO, NO EMPUJO

Aunque usted no lo crea, he estado en un par de fiestas, sin creerme una criatura nocturna, un dandy de carisma arrollador. No es indispensable, para mi, pertenecer al grupo: siempre he sido torpe para contar chistes, y aparte creo que tengo algún defecto linguistico que hace que arrastre las palabras, y que nadie me entienda, y sin embargo, yo me caigo de lo más chido. Lo indispensable es una botella de cerveza y un cigarrillo en la mano derecha, y el sentido del ritmo para poder bailar. Ya tampoco importan los muchachillos de piel blanca y cabello oscuro y aparatos dentales, tan apuestos y engañosamente ingenuos, que en algún momento me miran insinuándome algo, y la verdad yo no sé por qué, tal vez sea cierto que el alcohol altera las percepciónes. En realidad, ya no importa nada.
Aunque usted no lo crea, he comenzado a leer libros más ligeros. Aquellos que son leídos por la gente culta, ya me parecen más herméticos que un manuscrito de alquimia. Hay que aprender a descansar, a burlarse, a cantar, a comprar cuentos para niños y a escribir nuestros sueños, como aquél en el que habia gravedad cero en toda la tierra, y yo podía volar, y volé, con un ramo de globos atado a una mano, y mi sobrino de 5 años me seguía.
Aunque usted no lo crea, me está gustando ser yo. Me está gustando caminar por la ciudad. Me está gustando ser el idiota que siempre he sido. Y al carajo!
Bienvenidos sean, a éstas, mis profundísimas reflexiónes.

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