sábado, 6 de marzo de 2010

SAN MIGUEL DE ALLENDE, parte 1













No tuve música para el camino, mi memoria USB marca VIOS no funcionó. Tenía resaca del día anterior, y no gracias a una fiesta pesada, sino gracias al licenciado Braulio Hernández cuya estupidez lo provoca. Mi material de lectura: "El caballo asesinado" de Francisco Tario, una pieza nada cheerfull. Y sin embargo la excitación revoloteaba en mi pecho con sus alotas de mariposa campirana. Ya tiene tiempo que mis padres no organizan una salida de fin de semana. Ya tiene tiempo que no salgo a mirar los acontecimientos del mundo exterior, en el sentido metafórico. El camión en el que íbamos estaba decente. El paisaje era árido con un poco de verde árbol, justo mi favorito. Hablamos mal de Federico(pobre hombre).
El chofer hizo un par de paradas en tiendas con sanitario y comida. Paradas de larga duración que nos permitieron respirar con un cigarro en la mano. Recuerdo que mis demás compañeros, excepto nosotros (azul, irina, armando, Y RICARDO NO FUE, ENTÉRENSE QUE RICARDO NO FUE, PERO... ES QUE ES EN SERIO, RICARDO NO FUE), cargaban cajitas de cereal y bolsas de frituras: nada más patético que la actitud de turista, ya que deja su rastro de basura en las playas y en las calles de las provincias coloniales. Gallardo, nuestro maestro guía, comenzó a tallarse los ojos y a apretarse el tabique de la nariz. No entiendo qué era lo que se imaginaba, tal vez un rebaño de chicos sin ganas de platicar o de reír o de moverse o de respirar, cuyo entretenimiento es pensar en las fotos tan preciosas que sacarían, porque es en eso en lo que piensa un estudiante de arte, 24/7.
Cuando nos acomodamos en nuestras habitaciónes, mi primer pensamiento fue en qué era lo que iba a comer. La verdad esperábamos menos de Gallardo: el hotelito era acogedor, nada sorprendente, y para lo que nosotros nos estábamos preparando era para unas chozas con baño comunitario y prostituta particular.
Y caminamos hacia el centro bajo un sol común, en un día común en un pueblo común. Nada extraordinario qué mencionar sobre la arquitectura o los lugareños: NADA. No estamos obligados a disfrutar cada segundo de nuestros viajes, los aviones que vuelan hacia España son sólo eso, unas cosas con un par de alas enormes, y las catedrales góticas mexicanas no son abrumadoras, y no porque yo lo diga dejan de ser imponentes; no porque yo lo piense dejan de tener lo suyo. Pero el plan, el mood de ésta salida en particular no era el de la admiración suspirante y exclamativa, malditos sean los forasteros cultos.
Fuimos a beber a una cantina llamada "El Gato Negro". El señor que atendía, tan horrible como un anfibio, tenía una colección de carteles y pins y fotos de marilyn monroe, tauromaquia y edgar allan poe. Nos burlamos de un par de ebrios con gorras Monster y de seguro fans de karma police, que programaron la rocola con éxitos del momento como "bad to the bones" o "in the name of love", de U2. Uno de ellos, el de las mejillas más coloradas, movió la cadera de una manera tan sensual...
Ya en la noche, cuando el centro estaba lleno de CHAVOS LOCOS ("¿pero qué hace la gene como nosotros cuando vivien enmedio de la nada?", me preguntaba yo mientras degustaba mis hamburguesas de mercado, bastante ricas), es cuando sacamos éstas lindas fotos. Los otros, apenas llegamos al centro, saltaron hacia la catedral y hacia los pobres viejitos vendedores de rosas, para sacar sus encuadres más complejos e interesantes; para sacarle a su cámara el arte más puro; para creer no en sí mismos como diletantes, sino en qué pueden lograrlo. Nosotros queríamos divertirnos. Y las fotos no están tan mal.









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